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Érase una vez una casa hermosa, en el medio de un gran desierto, siempre estaba llena de vida, sus dueños e inquilinos se esmeraban por cuidarla y mantenerla en óptimas condiciones. Un día los inquilinos deciden irse de vacaciones a la gran ciudad para visitar a unos familiares que tenían mucho tiempo sin ver.

El viaje dura más de lo que tenían previsto inicialmente, unos 5 meses para ser exactos, por motivos de salud, el hombre de la pareja, quien se encontraba en edad avanzada, al regresar a casa se percatan de que algo extraño ha sucedido, todo está revuelto y puesto patas arriba, es como si alguien hubiera entrado a robarles, pero extrañamente todas las cosas que pueden considerarse de valor no han sido tomadas ni siquiera movidas de su lugar, esto no tiene ningún tipo de lógica, y no cuentan con un vecino para poder preguntar qué es lo que había ocurrido.

La señora decide levantar todo lo que se encuentra desordenado o fuera de lugar. Mientras su esposo descansa, ella prepara la cena, para luego leer un libro e irse a la cama a las 7 de la noche, era una costumbre que ya era habitual en ellos.

Pero esa noche su reparador de sueño se ve interrumpido por una serie de ruidos, que provenían de sitios distintos de la casa, la señora decide levantarse a averiguar que ocurría, pero no vio nada fuera de lo normal.

Trascurrieron así varias noches seguidas, hasta que una noche, lograron ver la silueta de un hombre que se posaba en la puerta de entrada, los ancianos temerosos le preguntan que desea, este hombre sin mediar palabra entra en la casa y señala la puerta de salida, entonces los viejitos aun temblando del susto miran en esa dirección cuando se percatan de una luz que ilumina la entrada y ven que han venido en busca de ellos.

La mula sin cabeza es un personaje mitológico del folklore de Brasil. Se cree que el mito tiene una fuente medieval portuguesa, y debería haber sido llevado a Brasil en el período colonial temprano. 
En la mayoría de las historias, sería originalmente una mujer que fue maldecida por Dios por sus pecados, a menudo se dice que fue una concubina de un sacerdote católico que realizo el sacrilegio de tener sexo en una iglesia con él, y po ello Dios la maldijo a convertirse en las noches en una criatura monstuosa conocida como "La mula sin cabeza". En esta historia, algunas versiones además cuentan que el sacerdote también habría sido maldito; y desde aquel día deambularía como un fantasma sin cabeza (conocido como el sacerdote sin cabeza). 

La criatura se describe con la forma de una gan mula sin cabeza que en su lugar tiene una llama luminosa con la cual escupe fuego, además transita galopando con herraduras de plata (o de hierro) que producen un sonido horrible, más alto que el de cualquier caballo es capaz de producir. A pesar de estar decapitada, el rebuzno de esta criatura es generalmente muy elevado cuando esta irritada, y se puede escuchar por varios kilómetros; y a veces, si más tranquilo, suena como si estuviera gimiendo una mujer llorando. 

Esta criatura tiene la capacidad de trasmitir su maldición a otras mujeres pecadoras. La transformación de esta mujer maldita ocurriría generalmente en un cruce de caminos en la noche del jueves al viernes, sobre todo si la noche es de luna llena. Además la transformación de la mujer en la mula sin cabeza sucede también en el campo psicológico. Su mente se cambia tan rápidamente que enfurece en la noche y sale a los campos, matando ganado, asustando a la gente y causando la destrucción y la confusión. Según la tradición la mula sin cabeza debe galopar sobre el territorio de siete pueblos o parroquias cada noche. 

Es un mito colombiano que aparece en Antioquia y en los santanderes y está relacionado con un caballero vestido de luto que cabalga en una mula negra y lleva sobre sus hombros  largo encauchado que cubre todo el cuerpo. El Jinete negro lleva sombrero de fieltro negro y alas anchas que cubren su propia calavera; por ello cuando lo ven, causa espanto y pavor entre los aldeanos. La presencia del Jinete negro se percibe por el rastrilleo que hace con las coces que hacen los caballos en los empedrados y el ruido del encapuchado. En algunos pueblos de los Santanderes, el Jinete negro es llamado el espíritu de Antón García que pasa por los pueblos rastrillando con su caballo los empleados. Antón García de Bonilla fue un caballero de la época colonial que tenía haciendas y esclavos en Ocaña; hizo construir un lago en una de sus fincas cerca al río Magdalena, para lo cual empleó su numerosa servidumbre. Le gustaban mucho los caballos y por ello cuentan los ocañeros que todas las noches yen caracolear el negro potro de don Antón en las calles oscuras de Ocaña y han visto su esbelta figura de hidalgo. 

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